Tercer domingo de Cuaresma.
¡El Señor quiere nuestra conversión!
Las desgracias mencionadas en la liturgia de hoy son advertencias, recordando el deber de conversión, con sus frutos.
El tiempo que el Señor deja a cada uno, en cuanto a la higuera de la parábola, es precisamente porque no continuamos posponiendo el cambio de tiempo de nuestra vida.
El Señor nos concede a todos la gracia de un corazón nuevo y la purificación de todos nuestros pecados.
Buen y santo domingo!
Angela Picaro
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