Decimoquinto domingo del tiempo ordinario.
El amor a Dios y al prójimo es el cristiano esencial y el alma de los mandamientos.
Con la parábola del buen samaritano, Jesús explica hoy quién es el siguiente.
A diferencia del sacerdote y el levita, el samaritano ayuda a los necesitados: no pregunta quién es, de dónde viene, por qué está allí, sino que le ofrece ayuda concreta y desinteresada, a pesar de ser un extranjero.
Jesús es como el buen samaritano que levanta a los hombres pecadores.
El Arcángel nos protegerá y el Espíritu nos guiará y nos ayudará a cuidar de quien lo necesite, sin distinción ni prejuicio para que nuestra vida sea verdaderamente eterna y verdadera.
Angela Picaro
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