XXXI Domingo del Tiempo Ordinario/B.
El amor a Dios y al prójimo caracteriza la vida cristiana.
Jesús responde al escriba identificando el amor de Dios, con todo su corazón, fuerzas y mente, como el primer mandamiento y el alma de todos los demás. Va acompañado del mandamiento de amar al prójimo como a uno mismo: si no hay amor, la religiosidad misma es formal y, por tanto, no agrada al Padre.
Encomendamos a todos los fieles a la protección del Arcángel y juntos oramos para que el Señor, sacerdote eterno y perfecto, interceda por nosotros.
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